¿Tiene futuro el plátano de Canarias?

Con mucha frecuencia, a los que tenemos como modo de vida el cultivo del plátano en Canarias, se nos hace una pregunta de difícil respuesta: “Oye, ¿y tú crees que el plátano tiene futuro?”

La respuesta a esa cuestión es complicada, y requiere alejarse de enfoques en exceso victimistas o triunfalistas, según convengan, tan habituales en las notas de prensa oficiales. Se echan de menos análisis serios y diagnósticos basados en datos y no en prejuicios y frases repetidas una y mil veces.

Como punto de partida, sería un ejercicio de responsabilidad decir claramente que ya no volverán los tiempos en que con una fanega de plátanos vivía una familia con cierta comodidad.

Por otro lado, nos encontramos con una paradoja. La tesis aceptada afirma que para sobrevivir el subsector del plátano necesita mantener el número de agricultores, (“aquí nos necesitamos todos”, es el lema). Se entiende que, cuantos más seamos, más capacidad tendremos para defender nuestros intereses ante Europa y en el mercado. Pero, y aquí la paradoja, no existe ninguna actividad económica en la que se mantengan todos sus competidores. Ni en el sector inmobiliario, ni en el textil o la alimentación o cualquier otra, ninguna asociación sectorial o patronal puede garantizar la subsistencia de todos sus miembros, puesto que, y esto se olvida en el mundo del plátano, la rentabilidad está muy relacionada con aspectos particulares, como la capacidad de gestión o la ubicación entre otros. Pedirle a Asprocan que garantice la rentabilidad de todos los agricultores es pedir peras al olmo.

Por el lado de los ingresos del agricultor, la primera cuestión a plantear es el mantenimiento de la ayuda por pérdida de renta, más comúnmente llamada “la subvención”. Si superamos el controvertido discurso acerca de si la agricultura debe ser subvencionada o dejar que “la mano invisible” del libre mercado determine qué y dónde se produce, lo cierto es que mantener la ayuda en los actuales niveles es francamente difícil debido, sobre todo, al brexit. Tengamos en cuenta que Reino Unido aporta alrededor del 8% del presupuesto de la PAC. Si eliminamos esos fondos, solo nos quedarían dos opciones: o el resto de Estados aumenta el presupuesto dedicado a la agricultura para cubrir ese vacío, lo cual es difícil en el marco de una Unión Europea con serios problemas para el consenso, o bien conseguimos mantener nuestra ayuda con el argumento de que las regiones ultraperiféricas necesitan esa aportación aun cuando el resto de subsectores agrícolas comunitarios disminuyen sus ayudas. Por tanto, mantener la ayuda requiere un esfuerzo de negociación francamente duro y complicado.

Por otra parte, los ingresos por la vía de la venta de fruta en el mercado han venido sufriendo una reducción por la tendencia decreciente de los precios en los últimos años. Ahora bien, hasta hace un tiempo, los años malos eran malos para todos, y lo mismo sucedía en los años de buenos precios. Sin embargo, y como ya aventuramos, la brecha de precios entre la fruta de mejor calidad y las otras no para de incrementarse, al punto de que aquel agricultor con un porcentaje de fruta excelente tendrá unos ingresos muy superiores a los que no la tienen. Por tanto, la misma campaña puede ser buena, regular o mala para unos u otros cosecheros.

Esa reducción de precios paulatina sin duda se ve influida por el incremento imparable de las importaciones de banana africana y latinoamericana con unas cotizaciones frente a las cuales es imposible competir vía precios. Como quiera que está programada la bajada paulatina de los aranceles para la banana americana (la africana ya entra sin arancel alguno en la UE), el incremento de las importaciones en Europa será un hecho, y, por tanto, la entrada en España de fruta excedentaria a precios de derribo. Se podrá decir que existen cláusulas de salvaguardia para controlar las cantidades importadas, pero las experiencias previas respecto a su utilidad no dejan mucho lugar al optimismo. Malas perspectivas, por tanto, para los precios del plátano, siempre que hagamos lo mismo que hasta ahora.

O hacemos cosas diferentes o estamos condenados a ver el fin de nuestro plátano. Calidad, productividad, control de costes y comercialización eficiente serían los objetivos en los que centrarse

Una cuestión fundamental para los ingresos de una finca es su ubicación. Hay que tener en cuenta que la fruta cosechada en verano suele tener precios malos o muy malos en ocho de cada 10 años. La escasa demanda de nuestro plátano en los meses de calor hace que la oferta sea mayor a la demanda, con lo cual las inutilizaciones son otra amenaza que afecta a los cosecheros de fincas situadas en segundas y terceras zonas.

En islas como Tenerife o Gran Canaria ya no se produce por encima de los 250 metros; sin embargo, en La Palma todavía son muchas las fincas que cultivan en esas condiciones, en las cuales es difícil evitar los cortes de verano aun con mucha habilidad en la deshijada. Por tanto, habría que preguntarse qué perspectivas de futuro tienen las fincas donde los precios promedios apenas alcanzan los 30 céntimos el kilo en un año medio y eso año tras año. Y con una pica que amenaza con ser crónica y no puntual y que afecta en gran medida a la fruta de verano, ¿puede alguien garantizar el futuro de esas explotaciones?

Hay fincas de plátanos en zonas altas para las cuales a medida que los precios han bajado su rentabilidad se ve seriamente comprometida. En circunstancias normales, si una actividad deja de ser rentable se buscan alternativas, en este caso otros cultivos. ¿Por qué entonces la reducción del número de fincas es menor de lo previsible? Quizá una respuesta la tenemos si preguntamos los precios de unafanega de plátanos y los comparamos con lo que se pide por la misma superficie si en ella se cultivan aguacates o cualquier otro frutal.

Por el lado de los costes de producción, estos han seguido una tendencia al alza en los últimos años, especialmente en los dos recursos de uso más intenso en el plátano, como son la mano de obra y, especialmente, el agua. Sobre el primer recurso, no parece realista pensar que los costes de la mano de obra se vayan a reducir una vez superada la crisis, mucho menos en una realidad de escasez de trabajadores jóvenes dispuestos a trabajar en la platanera.

En el caso del agua, la previsión es más sencilla. Sin duda cada vez será más escasa y por tanto más costosa. Incluso en la isla de La Palma, donde el precio es más barato, comienza a haber escasez en años de pocas lluvias. Todo hace indicar que tendremos que acostumbrarnos a un agua más cara y de peor calidad por la reducción del nivel de los acuíferos.

En este escenario de precios a la baja e incremento de costes, unido a unas ayudas difíciles de mantener (pero no imposible) en los niveles actuales, la supervivencia del cultivo no es sencilla. Sin duda requiere soluciones imaginativas distintas de lo que hemos venido haciendo hasta ahora.

La mejora de la rentabilidad en la explotación pasaría por un incremento de los ingresos intentando contener los costes. La ecuación no es sencilla. Una forma de lograr lo primero es, de forma inexcusable, producir fruta de alta calidad que permita el acceso en la franja de precios más altos. Y eso acompañado por la elección de una organización de productores de plátanos (OPP) capaz de obtener el mejor precio para esa fruta premium y cuyos costes de empaquetado sean razonables, ya que las diferencias entre las liquidaciones de unas y otras no son desdeñables. Asimismo, se hace cada vez más importante cosechar, en la medida de lo posible, en meses de mejores precios.

Es además imprescindible optimizar los rendimientos de la finca, vigilando que la producción por fanega y el peso promedio de las piñas se acerque al potencial máximo de la explotación. Y sí, está comprobado que toda finca puede mejorarse con ganas y talento.

Un objetivo fundamental es el incremento de la eficiencia y productividad de la finca. Según muchos expertos, tan solo el 30% del agua y el abono aplicados a la planta es aprovechado por esta. Por tanto tenemos margen para reducir las pérdidas por evaporación, infiltración y bloqueo de nutrientes, y para lograrlo resulta fundamental hacer un uso más eficiente del agua y abonos gracias a la tecnología.

También tenemos espacio para la mejora de la gestión de tareas de la mano de obra que eviten tiempos muertos. Dicho así parece sencillo, pero, como se ha dicho, o hacemos cosas diferentes o estamos condenados a ver el fin de nuestro plátano. Calidad, productividad, control de costes y comercialización eficiente serían los objetivos en los que centrarse.

El plátano canario tiene futuro, claro que.sí, pero sólo para los que hagan las cosas con dedicación, talento y mucho, mucho trabajo.

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